Zurekin

"Helduidazu eskutik, estu arren..."


¿Recuerdas esta canción?
Yo recuerdo el día, el momento y lo que sentí cuando la escuchamos por primera vez, a tu lado, tímida cantando y mirando por la ventanilla del coche, hacia la nada. Tal vez no me vieras, o me miraras de reojo como yo hacía contigo, pero sonreía. Desde entonces, hemos escuchado y cantado muchas, de lejos, de cerca, rozando los labios o al oído. Y nos hemos hecho falta, o a veces no tanto; y hemos sido cabezones, pero hemos tenido el valor de pedir lo que necesitábamos a la cara, más tarde o más temprano.
Y hoy te pido que me des la mano, que la cojas fuerte. No necesito que tires de mí, ni que me ayudes a levantarme. No necesito un empujón ni que estés a mi lado apoyándome ahora, que sé que lo vas a estar, pero no. Hoy sólo quiero que agarres mi mano, y que no la sueltes mientras necesites un poco de calor. Quiero que la agarres para que sea yo quien esté a tu lado, para que no tengas miedo, para que tengas la certeza de que si tropiezas no vas a caer. Para que si quieres soltarla lo hagas y me des un abrazo, o no, o que solamente dejes correr un poco de aire entre tus dedos para sentirte a su vez libre. Que en cuanto quieras volver a cogerla, ahí va a estar mi mano; tal vez esté llena de imperfecciones, heridas y marcas de un duro trabajo (ese que haces más sencillo desde que estás a mi lado). Pero es lo que tengo y puedo darte, eso y un hombro donde apoyar tu cabeza siempre que te cueste mantenerla en alto.