"La relación matemática entre las dimensiones de las alas y el peso del abejorro nos indican que volar le sería totalmente imposible.
Pero el abejorro lo ignora, es por eso que vuela"

viernes, 18 de noviembre de 2011

Latido

-"Paren al mundo, que me quiero bajar."
...Y el mundo se paró, debajo de sus pies. Y ella se bajó de este, primero con un pie y luego con el otro. Pisando fuerte. Había decidido que ese momento iba a ser sólo suyo y que lo iba a saborear de la forma más intensa posible. Había decidido que iba a pararse a escuchar los latidos de su corazón y a comprobar que este latía con la misma fuerza que siempre. Había llegado a pensar incluso, que tal vez ese momento fuera ella en su totalidad y por eso no le pertenecía a nadie, ni siquiera a ella misma, y lo único que podía hacer era vivirlo, sentirlo y disfrutarlo. Por eso se había parado el mundo a su merced y ya no había tiempo, ni lugar, ni gente a su alrededor. Tan sólo tenía una idea grabada en su frente, en su pecho sus sensaciones, y como fondo escuchaba un ritmo continuo, que no dejaba de sonar; que a ratos se descompasaba pero que le recordaba por qué estaba ahí, en ese momento, a esa hora indeterminada, con esas ganas de demostrarse a sí misma que sí, que tal vez, todo aquello valiera la pena.

Aquel ritmo sonaba algo así como "pom pom, pom pom, pom pom, pom pom..."

viernes, 11 de noviembre de 2011

Besar lento

   Jugábamos a besar lento en aquellos ratos libres que le robábamos a la noche, porque después de un día largo y agotador, llegaba el mejor momento del día.
Jugábamos a besar lento porque así era más largo el hormigueo del estómago y más profundo el vacío del pecho.
Jugábamos a besar lento y yo intercalaba mordiscos en tus labios; de los suaves, de los que no duelen, pero sí que hacen temblar. Y mientras tanto pasaba la mano por tu nuca para sentir tu cuerpo estremecerse.
Jugábamos a besar lento y a parar el tiempo para que el mundo quedara a nuestros pies, para así poder decir que nos comíamos el mundo a bocados el uno del otro.

                           Jugábamos a besar lento, y todas las distancias, se hacían cortas.



También jugábamos a besar rápido,

intenso, a veces hasta agresivo. Pero yo

perdía la cabeza, y se me olvidaba

pensar en mis actos. Por eso nunca

conseguí describir esos besos.




...Y es que siempre me gustó dejarme llevar, es la mejor forma de quedarse sin palabras.



jueves, 3 de noviembre de 2011

Otoño.

Me gusta el otoño...
Porque, a parte de cambiar el color de las hojas, también cambia el color de tus ojos. Les da un color de chocolate caliente, les da brillo de luna llena desde el tejado que cubre nuestra buhardilla.
Me gusta el otoño de sacar la nariz por una ventana semiabrierta y respirar frío. Emoción.
Me gusta el otoño que suena al crujir de las hojas bajo pies inquietos por un mundo mejor, por el cambio. Al igual que cambian las personas, les da olor de castañas recién hechas, les da sabor de calor humano.
Me gusta el otoño de amigos reunidos buscando en la calle lo que en casa no hallan; me gusta el otoño en una cama mullida, con unos pies calientes rozando mi gélida piel.
Me gusta el otoño, pero el otoño seco, que no llueva. Porque cuando llueve, me recuerda a cuando tú lloras, y mi pequeño mundo se entristece. Cada gota que cae me rompe un poquito por dentro y me humedece el corazón, aquel que hasta hace poco creía que ya estaba marchito. En cambio, me gustan las lágrimas felices, esas que recorren las líneas de tu cara, aventureras de pasiones, de ilusiones. Me recuerdan a la luz que ilumina los colores que hacen esta época tan especial.

Sí, me gusta el otoño.
Me gusta el otoño a tu lado.